Es curioso cómo el concepto del trabajo en red genera pasiones: tanto en el extremo más entusiasta de los que a cualquier pregunta ven respuestas en red, como en el más apocalíptico de los que que ven en las redes una pérdida de tiempo y recursos en reuniones y dinámicas que distraen y dispersan.
A mí me gusta siempre hablar de redes y colaboración, pues esta bina equilibra ambos extremos. La colaboración en la misión es lo que nos lleva a las redes, y – al menos en nuestro caso – no tienen sentido las redes si no es para favorecer, sostener y fortalecer dinámicas de colaboración en torno a la misión.
Pero tengo que confesar que en mis años de charlas y diálogos sobre el trabajo en red he llegado a intuir cuál es la condición de posibilidad para poder entender la dinámica de las redes: se trata de entender la importancia del enfoque colectivo, es decir, aceptar que existe valor para mí, más allá de mi. Dicho de otra forma, sólo comprende el trabajo en red quien entiende que hay retos misionales a los que no puedo responder por mí mismo, que hay algo que yo necesito de “los otros” para poder desarrollar aquello para lo que he sido creado.
Y es que no se puede reducir el trabajo en red a un mero programa de estudio en el extranjero o estar continuamente pensando que las redes son solamente ocasiones para intercambios o provisión de servicios… Al final del todo, la clave del trabajo en red, es si estamos listos para ser parte de algo mayor que nosotros mismos. Esa debería de ser nuestra primera pregunta a la hora de emprender cualquier esfuerzo colaborativo en red. Si la respuesta es no, el problema entonces no será de trabajo en red sino de identidad y – casi me atrevería a decir – de principio y fundamento.
2 Comentarios
Saludos,
He leido con entusiasmo el texto » Ser Parte de Algo Mayor». El tema preocupa a laicos y Jesuitas de todo el mundo. Hay muchas preguntas y pocas respuestas. Nuestras obras favorecen muy poco la colaboracion y el trabajo en red. Si queremos alcanzar este fin es necesario bajar los procesos de reestructuración de provincias a las obras concretas. Rediseñar nuestros modelos institucionales se vuelve una condición para que trabajo en red y la colaboración se consolide como modo de proceder.
Básicamente estoy convencido de que la gente puede entender bien de que va el trabajo en red y la colaboración, pero esto se diluye si trabaja en una obra que tiende a reproducir prácticas apostólicas que refuerzan lo contrario. Entonces, el hueso duro es avanzar hacia estructuras nuevas, reestructurar nuestras organizaciones apostólicos, romperlas, descartarlas si no conducen al fin… Es imaginar una Compañía de Jesús para complejo contexto en que vivimos.
Gracias Victoriano por tu respuesta… efectivamente creo que una de las claves para el éxito del trabajo en red en el cuerpo apostólico es la permeabilidad de nuestras obras a la colaboración, y esto requiere una cultura y dinámica interna que – de no darse – no permitirá cuajar el trabajo en red supra-institucional. En mi experiencia las claves están en la visión compartida, el liderazgo distribuido, la gestión transparente, y la apertura al diálogo y la construcción colectiva. Estos «ingredientes» al interno de una organización hacen de «catalizadores» de lo que llamaríamos Liderazgo en Red o Liderazgo Conectado que favorecerá que se dé la conectividad con otros actores del mismo ecosistema de misión. Por eso es importante, como dices, trabajar muchísimo el tipo de estructura apostólica y los liderazgos que fomentamos, pues son la base sobre la que se construirá cualquier red apostólica.
Mi sensación es que estamos avanzando, ¿no se están dando evaluaciones de las obras a nivel misional y apostólico que incluyen alguno de estos aspectos que estamos comentando?