Es muy probable que si estás leyendo este artículo, estés involucrado en mayor o menor medida en la creación y fomento de redes. El trabajo en red ayuda a las personas a interesarse en la labor que se realiza en otros lugares y a compartir sus experiencias, pero también es necesaria una intencionalidad para mantener ese compromiso. Ecojesuit lleva trabajando en red unos diez años, de muy diferentes formas y siempre buscando la manera de profundizar y fortalecer su sentido de colaboración y servicio.
Ver la experiencia a gran escala de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) durante los últimos seis años con cientos de consultas ha sido muy alentador, pero también algo frustrante. ¿Cómo podemos hacer crecer una red tan masiva sin perder el foco entre tal cantidad de preguntas, temas, personas, organizaciones, estructuras y mensajes que van surgiendo?
En noviembre celebramos un debate organizado por el Instituto de Investigación Laudato Si’, de la Universidad de Oxford, que nos dejó grandes aprendizajes y una reflexión muy interesante del cardenal Michael Czerny, de la que he tomado algunas ideas que quisiera reflejar en este texto:
A la luz de Laudato Si vemos que es especialmente importante considerar que “todas las personas, sea cual sea su religión o ninguna, son potenciales aliados en el compromiso de defender la dignidad humana, en la construcción de la convivencia pacífica entre los pueblos y en la protección de la creación” (Evangelii Gaudium 257).
Esta es una hermosa visión de qué es la Iglesia: personas buscando involucrar a la humanidad para defender la dignidad de los individuos y el planeta. No como un dogma, sino como algo profundamente humano. La iglesia local puede hablar en el contexto específico de cada zona de la dignidad humana y la integridad de su relación con la creación. Este es un logro muy inspirador en la vida y misión de la Iglesia, y comparte la esperanza de toda la humanidad.
“Todas las personas, sea cual sea su religión, o ninguna, son potenciales aliados en el compromiso de defender la dignidad humana, la convivencia pacífica entre los pueblos y la protección de la creación”
En el documento final de La Conferencia de Aparecida (2007), hay una referencia a la atención pastoral conjunta que se pide en la cuenca del Amazonas:
475. Crear conciencia en las Américas de la importancia de la Amazonía para toda la humanidad. Establecer un ministerio colaborativo entre las iglesias locales de los distintos países de América del Sur en la cuenca del Amazonas, con prioridades diferenciadas para crear un modelo de desarrollo que ponga a los pobres primero y sirva al bien común. Apoyar con los recursos humanos y económicos necesarios a la Iglesia que vive en la Amazonía para que continúe proclamando el evangelio de la vida y lleve a cabo su labor pastoral en la formación de laicos y sacerdotes a través de seminarios, cursos, intercambios, visitas a comunidades y material educativo.
Con una larga trayectoria en el trabajo en red, el cardenal Czerny compartió que todos los elementos en el establecimiento de redes “se pueden resumir en un lema: ‘No hay red real sin pastor’, es decir, una persona o personas con vocación e interés por hacerlo suceder. Las redes genuinas se generan escuchando, escuchando, escuchando… y, consecuentemente, dando respuesta, vinculando, participando, formando, fomentando el liderazgo, etc. Tener un centro o núcleo supone estar al servicio de las personas interesadas y ayudarlas a conectarse y colaborar”.
De aquí se desprende una idea distinta para poner en marcha una red, una concepción de un centro como pastor. Habla de la necesidad, ligera pero firme, de mantenerse en comunicación constante, sencilla y bien definida, con consenso y máxima de subsidiariedad.
El surgimiento de este tipo de redes en todo el mundo, donde necesitamos conocer integralmente las estaciones, los flujos y la vida de los pueblos, no debe dejar fuera ningún bioma (entendiendo estos como cada unidad ecológica en que se divide la biosfera). Cada bioma único e integral es la expresión de un sueño vivificante, que defiende la práctica y la promesa del Evangelio para todos y, por lo tanto, tiene una visión generacional.
El cardenal Czerny también expresó que “las redes requieren una visión a largo plazo. Necesitan continuidad en el acompañamiento institucional, cierta consistencia en su base estructural y una presencia sistemática del liderazgo que le anima y acompaña… Cada una debe escuchar a su gente y observar sus realidades territoriales, seguir discerniendo, y ayudar a todos los involucrados a cumplir con los compromisos que constantemente se están asumiendo y rehaciendo”.
Estas redes abren un intercambio de gran importancia en el contexto de una fe viva, mostrando que la acción está en todas partes y que realmente podemos involucrarnos para marcar la diferencia, ya sea para llevar las historias de las personas a las discusiones sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible, o a la Conferencia de las Partes (COP) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
Al organizarse según cada bioma, muchas más personas pueden comprender y contribuir a la red, con la sensibilidad y el respeto por las culturas y ecosistemas que supone vivir en ellos. «Las redes territoriales de la Iglesia se esfuerzan por unir a las personas como creyentes, habitantes y ciudadanos en un territorio para dar respuesta a los problemas que están más allá de las capacidades de cualquier estado o jurisdicción«.
Las redes de biomas son, por tanto, herramientas para proyectar nuevos caminos a través de los que el pueblo de Dios reconstruyamos juntos el hogar común.
Artículo original publicado en Ecojesuit.