Hace pocos días estuve con una amiga que había retornado al ámbito de trabajo de las Organizaciones No Gubernamentales después de haber estado fuera cinco años. Le sorprendía lo poco que habíamos cambiado las ONG en este tiempo. La verdad es que no le faltaba razón. Y me preguntaba: ¿en qué debemos cambiar las ONG para tener más impacto? ¿Qué debemos hacer para tener relevancia en un contexto complejo como el que vivimos? Un mundo en el que hay enormes desafíos como la desigualdad rampante, la búsqueda del beneficio a cualquier precio, los efectos adversos del cambio climático, la desigual distribución de recursos, el acceso a conocimiento y poder, las crisis humanitarias que provocan el desplazamiento de millones de personas, la crisis de la representación política y de los partidos «tradicionales», las crisis identitarias o la vuelta a los nacionalismos, por citar algunos. Pero en el que también nos encontramos con posibilidades múltiples, nuevas formas de participación y nuevos intereses.
En este contexto, ¿qué es lo que debemos hacer las ONG para ser relevantes en los próximos años y que nuestro trabajo sea creíble, sostenible y útil?
Pues bien, creo que en un mundo en el que hay una desigual e injusta distribución de poder, recursos, conocimientos, etc., las ONG deben estar cerca de las personas y colectivos para facilitar su empoderamiento y participación en el ámbito de lo público, al menos, de dos maneras:
- Escuchando y estando cerca de las personas a las que atienden y cuyos derechos defienden. Son la propias personas excluidas las que pueden ayudar a las ONG a ser relevantes, en tanto y en cuanto éstas sean capaces de escucharlas, fortalecer sus capacidades para entender el mundo, para comunicarse y para incidir en las políticas públicas. Se trata de que las propias personas y sus colectivos sean sujetos de derechos, de los proyectos de desarrollo y de las acciones de incidencia pública que las defienden. Además de las historias de vida y los testimonios, hay que configurar un modelo basado en la toma de los medios y los discursos con voz propia y en la propuesta de soluciones. Se trata de abrirles espacio con decisores, medios de comunicación y base social y conectar con otras personas y grupos similares en otros lugares (incluso del mundo) de modo que puedan ampliar su capacidad de negociación, aprender unos de otros, intercambiar experiencias, sumar esfuerzos y trabajar en red. La cercanía, la riqueza, la fuerza de la gente excluida y de sus organizaciones es lo que dará impulso, ideas, innovación y vida a la labor de las ONG.
- En segundo lugar, las ONG tienen que estar cerca de sus bases sociales, escucharlas y fomentar su participación.Las ONG debemos, en mayor medida, fortalecer las capacidades de nuestra base social, a través de la educación, la comunicación y la apertura de espacios y cauces para la participación en el ámbito de lo público. En una época en la que existe cierto desencanto hacia la política tradicional, pero en la que se ha reforzado el interés por la participación- y así lo muestra la idea de que democracia es más que votar cada cuatro años; las movilizaciones por causas diversas u otros movimientos de participación ciudadana- las ONG pueden habilitar cauces de participación y movilización en causas de interés para la gente. Al mismo tiempo, eso será relevante para que las ONG tomen pulso a las sociedades en las que se insertan, y al estar cerca de estas mismas sociedades, entenderán e interpretarán mejor el mundo en el que viven.
La trayectoria de la Compañía de Jesús en defensa de la justicia y la cercanía y situación en las fronteras de numerosas organizaciones jesuitas, su despliegue en las diferentes zonas del mundo y su relación y posibilidad de contactos con los decisores la cualifican para abrir espacios y contactos de personas y organizaciones de las comunidades con medios de comunicación y con decisores. También hay muchas organizaciones jesuitas que tienen amplias capacidades de movilización y pueden fomentar la participación en colegios, Universidades, bases sociales o redes de la sociedad civil.
Estas dos premisas – la cercanía a las personas en los márgenes y el fomento de la participación de las bases sociales- deben servir de guía que nos ayude a vislumbrar el camino a transitar. Y con estos dos brújulas, ¿qué podemos hacer? Básicamente, re-politizar las acciones de las ONG para equilibrar la balanza del poder en favor de la gente, intervenir de manera decidida en el ámbito de lo público o, todavía mejor, facilitar y brindar cauces para que otros puedan hacerlo. Para ello, es imprescindible fomentar el análisis y el discurso sobre las causas que generan la pobreza, la desigualdad y la exclusión de millones de personas en el mundo; globalizar la solidaridad y las causas, articular y alinear intereses y organizaciones mediante el trabajo en red basado en la consecución de objetivos comunes, propiciar encuentros e intercambios, universalizar la lucha por los derechos e incidir en el ámbito de lo público para generar cambios estructurales y sostenibles. ¿Estaremos las organizaciones sociales jesuitas a la altura de semejantes retos?