La tradición científica de los jesuitas en las tierras de misión conllevó contribuciones en el campo de la astronomía, historia natural, etnografía, botánica, medicina. Y, también, en la cartografía.
La curia de Roma requería a sus misioneros información sobre la cosmografía de las tierras lejanas que habían ido a evangelizar. Esta información se enviaba en forma de cartas (llamadas Cartas Annuas) que incluían numerosas imágenes, detalles de las tierras de misión y también mapas, algunos de los cuales serían la primera cartografía de determinadas zonas geográficas ignotas hasta el momento.
Sus trabajos cartográficos destacan sobre todo desde sus primeras expediciones hasta la Supresión de la Compañía en 1773. Algunos jesuitas como Marquette, Kino, Consag, Fritz, Quiroga y Román hicieron importantes descubrimientos geográficos y los plasmaron en sus mapas. Otros descubridores vieron sus trabajos reflejados en mapas de otros jesuitas de la misma época. Para esta tarea de exploración y posterior cartografiado sería clave su estrecho contacto con los indígenas, verdaderos guías por aquellas tierras y el conocimiento de sus lenguas.
En Persia destacó el jesuita polaco Judas Tadeo Krusin’ski, que fue Fiscal General de la misión de la Compañía en esa región. Su mapa de Persia es con mucha seguridad una de las fuentes del mapa de Guillermo Delisle, Carte des Pays Voisins de la Mer Caspienne de 1723.
Y en Filipinas, la Carta Hydrografica y Chorografica de las Yslas Filipinas hecha 1734 por el jesuita español Pedro Murillo Velarde (1696-1753), y dibujada por Nicolás de la Cruz Bagay, fue uno de los primeros que se publicaron de las islas Filipinas y ejerció una gran influencia en los cartógrafos europeos de los siglos XVIII y XIX. Fue el único fiable con el que se pudo contar hasta el siglo XIX, cuando en la Dirección de Hidrografía se publicaron los mapas del archipiélago levantados por la expedición Malaspina.
La labor cartográfica de los misioneros jesuitas destaca especialmente en territorios americanos. En Canadá, el misionero jesuita Jacques Marquette (1637-1675), junto al explorador francocanadiense Louis Jolliet, fueron en 1673 los primeros europeos en explorar y levantar mapas del curso alto del Misissippi, desde el territorio de la actual Canadá. A ello contribuyó el que Marquette conociera varias lenguas de las tribus indígenas de la región.
Las misiones en el virreinato de Nueva España (actual Méjico) se ubicaron en las Provincias Internas, como se llamaba entonces al territorio de California, Nuevo Méjico, Arizona, Sonora y Texas. En esta zona destaca el trabajo del jesuita austriaco Eusebio Francisco Kühn, españolizado como P. Kino (1637-1675). Llegó a México en 1681 y cuatro años después participó como cosmógrafo del rey Carlos II en la expedición de Atondo a California y plasmó la ruta seguida y las misiones y asentamientos existentes en la Nueva España en la Tabula Californiae ex autoptica observatione delineata a R.P.Eusebio Chino S.J. (1685)
Aunque Hernán Cortés ya había señalado que California era una lengua de tierra unida al continente, a principios de 1600 se pensaba todavía que era una isla y los mapas la representaban separada de tierra firme. Fue el P. Kino quien determinó que estaba conectada con el continente en la desembocadura del río Colorado y lo plasmó en su mapa Passo por Tierra a la California y sus confinantes nuevas naciones y nuevas missiones de la Cia de Jesús, elaborado en 1701, que es uno de los mapas más importantes en la historia de América del Norte. A lo largo de su vida siguió dibujando mapas para ilustrar las distintas actividades que realizó por esas tierras.
En América meridional, las misiones se asentaban a lo largo de los ríos principales donde vivían las tribus indígenas que querían evangelizar. El descubrimiento de la comunicación Orinoco-Amazonas a través del caño del Casiquiares, en la primera mitad del siglo XVIII, fue gracias al padre jesuita Manuel Román (1696-1764) y sería su compañero, el padre Rotella en 1747 quien consignara el mapa que hoy es el primer testimonio gráfico de esas regiones. Compañero del p. Román sería Joseph Gumilla (1686-1750) que exploró en 1731 la cuenca del río Orinoco y escribió un libro de gran valor histórico sobre dicho río que incluye el mapa de la provincia y misiones de la Compañía del Nuevo Reino de Granada.
La cartografía de la cuenca amazónica comenzó a explorarse y darse a conocer a finales del siglo XVII, cuando el padre Samuel Fritz (1654-1725) llegó en 1686 al colegio de los jesuitas de Quito, enviado desde su natal Bohemia. Han sobrevivido cuatro de sus mapas, como Tabula Geographica missiones Omaguae Societatis Iesu, c., 1689, o Tabula geographica del rio Marañon o Amazonas de 1690, que se imprimió en Quito en 1707 y fue conocido en Europa a partir de 1745.
Por su parte, el P. José Quiroga (1707-1784) que antes de ingresar en la orden fue marino, realizó con los jesuitas Cardiel y Strobel una expedición marítima en 1745-46 desde Buenos Aires por la costa patagónica hasta Puerto Deseado y Puerto de la Cruz y de su viaje existe una relación y cartografía. Después de haber determinado con exactitud la posición geográfica de los treinta pueblos de Misiones y la de las ciudades de la Asunción, Corrientes, Santa Fe, Colonia, Montevideo y Buenos Aires, redacto su mapa Descripción del río Paraguay, desde la boca del Xaurú hasta la confluencia del Paraná.
Por último, el jesuita Alonso de Ovalle (1603-1651) publicó la Histórica relación del reino de Chile, impresa en español e italiano en Roma en 1646. La obra va acompañada de un mapa que se extiende desde Perú hasta la Tierra del Fuego y Cabo de Hornos y desde el Pacífico al Atlántico. De él, además de los datos geográficos, destacan la información histórica, las leyendas, y las imágenes de hombres, aves extrañas y animales de caza, las costumbres locales… Este mapa, como el de otros muchos jesuitas mencionados en este texto, sirvió de modelo a cartógrafos europeos que nunca estuvieron en América.
Fuente: Sociedad Geográfica Española.