El año pasado Fe y Alegría renovó su Plan Global de Prioridades Federativas PGPF 2021-2025 en el que se renuevan tanto el nivel misional como el estratégico del movimiento, recreando ante los nuevos retos internacionales su modo de proceder y las políticas federativas. En esta nueva etapa la Federación Internacional de Fe y Alegría mantiene sus ejes prioritarios que son: la Educación Popular, Trabajar en las Nuevas Fronteras de la Exclusión, Garantizar la Sostenibilidad e incidir en las Políticas Públicas.
Como ya ocurría en anteriores planes, la Federación identifica y promueve iniciativas conjuntas que “surgen de los países” y son de acción local pero con una proyección global, flexibles y con una temporalidad específica. Para este nuevo plan hasta el 2025, las iniciativas propuestas son: Formación Pedagógica, Calidad Educativa, Evaluación y Medición de Impacto, Ecología Integral y Panamazonía, Formación para el Trabajo, Red de Jóvenes, Ciudadanía, Género, Educación Inclusiva, Migración, Identidad y Espiritualidad y Atención a la Primera Infancia.
A la vez que la Federación renovó su Plan de Prioridades, en el que la dimensión global se destaca como elemento distintivo y específico, se creó una Comisión de Estrategia Global con la intención de formular un Marco de Acción Global para ayudar a plantear nuevas estrategias y estructuras que realmente favorezcan la acción global federativa. Esta comisión lleva trabajando ya dos años en coordinación con los distintos órganos de gobierno y de participación federativa. Una de las conversaciones más interesantes promovida por esta comisión está siendo alrededor de los retos que esta nueva dimensión misional está poniendo ante el movimiento a la hora de poner en práctica lo que conceptualizamos como estrategia global. Si realmente queremos desplegar una estrategia global como Federación, la comisión en sus sucesivos diálogos ha detectado unas tensiones que Fe y Alegría ha de ayudar a desplegar:
Hay un nuevo nivel misional en áreas como la incidencia pública en el derecho a la educación de calidad o la promoción de la ciudadanía global que constituyen parte de una estrategia metanacional que ha de tener estructura, funciones y procesos federativos claros, pues apunta a una misión específica con una intencionalidad final diferenciada de la estrategia propia de los países (local) o incluso de la estrategia conjunta entre países (internacional, redes).
Mientras se tiene claro que la autonomía de los miembros es una de las esencias del movimiento, hemos aprendido que la hemos de poner en diálogo con la dimensión federativa para lograr responder a nuestra vocación de red y que el despliegue de la federación pueda ir más allá de las agendas de los países.
La progresiva inclusión de nuevas FyA en Europa, África y Asia ha ido complejizando la gestión federativa no sólo en su dimensión lingüística y cultural sino también a nivel de la mezcla de estrategias regionales y globales. Necesitamos estructuras que favorezcan el espacio, la atención y los recursos necesarios para las dinámicas globales, sin ir en detrimento de las dinámicas propias de las regiones como Latam, África o Asia, allá donde éstas sean posibles.
Una de las características de la federación es la diversidad de carismas e identidades propias del movimiento, que se han de combinar con un liderazgo y gobernanza jesuita que cada vez más ha de entender cómo propio el despliegue de esta red de obras que no son necesariamente propias. Esta tensión es parte de nuestra propia identidad de movimiento abierto y diverso que genera en ocasiones diferencia en vocabulario y enfoque con respecto a las propuestas educativas y redes exclusivamente jesuíticas.
El creciente volumen de países, equipos y estrategias, fruto de la evolución natural de la federación y las dinámicas propias de la reflexión global y la internacionalización, está haciendo cada vez más complejo el empoderamiento y la participación de los distintos actores a nivel nacional. Hemos de asegurar que el desarrollo organizacional federativo a nivel global y su expansión internacional se equilibra con estructuras de diálogo y participación adecuadas para que sea el discernir conjunto y las estructuras de gobernanza oficiales quienes lideran y aseguran la direccionalidad del movimiento a futuro.
La progresiva internacionalización del movimiento y su incardinación en las fronteras de la misión educativa de la iglesia, nos está llevando cada vez más a contextos donde la población meta no es católica. Esta tendencia, sumada a la progresiva secularización de las sociedades tradicionalmente cristianas, lanza preguntas sobre las maneras de expresar la Fe como parte esencial de nuestra identidad, decálogo y misión.
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