Emergencia Humanitaria a la Ignaciana

La solidaridad internacional en las emergencias humanitarias es uno de los principales sectores en los que la creciente colaboración y el trabajo en red dentro del cuerpo apostólico jesuita han dado mayores resultados en las últimas décadas. Tradicionalmente, nuestra única organización capaz de responder a las emergencias, cuando están relacionadas con la migración forzada, era el Servicio Jesuita a Refugiados. También Fe y Alegría ha podido responder a algunas de las crisis debido a su alta presencia en comunidades vulnerables y a su capacidad de apalancar su red internacional. Pero estas excepciones no responden aún a la pregunta de cómo puede la Compañía de Jesús coordinar y movilizar recursos cuando se trata de crisis humanitarias en respuesta a desastres naturales o conflictos.

Debemos empezar por admitir que no somos una institución preparada para respuestas rápidas a las emergencias, lo que ocurre es que cuando una crisis golpea a una comunidad en la que tenemos presencia, nuestro compromiso nos hace desplegar todos los recursos necesarios para colaborar con otros a fin de contribuir en lo que podamos a aliviar los sufrimientos de las personas afectadas por estas calamidades. Nuestra experiencia ha sido que los momentos de catástrofe son momentos importantes en los que la Compañía de Jesús universal y todo el mundo jesuita expresan su solidaridad y vinculación más allá de todo tipo de fronteras y diferencias.

Es cierto que nuestros puntos fuertes son claramente el acompañamiento y el apoyo a las comunidades a medio y largo plazo a través de enfoques sociales, educativos y pastorales, y eso marca realmente nuestra forma de entender cualquier respuesta a las emergencias. Ya en 2012 el P. General resumió algunas lecciones importantes sobre nuestra forma de responder a las emergencias:

1. La primera y más importante respuesta debe darse con y desde las comunidades e instituciones jesuitas presentes a nivel local.
2. Nuestra atención a las víctimas de las catástrofes debe ser tanto práctica como espiritual, prestando atención a todas las dimensiones de la persona, independientemente de sus creencias religiosas.
3. Estamos siempre abiertos a cooperar humilde y generosamente con otros a nivel local e internacional.
4. Más allá de los intercambios espontáneos de información y experiencias, hemos comprendido la importancia de los procesos formales para compartir información.
5. Cualquier proyecto del que nos responsabilicemos debe seguir normas profesionales de transparencia y responsabilidad.
6. La dimensión internacional de la Compañía debe utilizarse para la concienciación, la atención a los medios de comunicación, los servicios de oración, el voluntariado, las campañas de incidencia…
7. La ayuda financiera de toda la Compañía de Jesús puede ser clave para las fases de recuperación temprana o de rehabilitación, cuando las grandes agencias ya han desaparecido.
8. Deberíamos reflexionar sobre el largo plazo y las causas profundas, trabajar en la preparación para los desastres y los sistemas de alerta, formar a la gente, cambiar los comportamientos…

Esta forma de proceder ha sido clave en la manera en que hemos ido evolucionando en la coordinación internacional para emergencias humanitarias y es básica para entender cómo, hoy en día, estamos respondiendo a la crisis de Ucrania, como explicaremos en otro post.