La visita del Padre General a la PAL de Valladolid, Villagarcía y León comenzó en la enfermería de Villagarcía de Campos esta mañana. Acompañado del Provincial de España, Antonio España, del asistente de Europa Meridional, Joaquín Barrero, del delegado para la Tercera Edad, Cipriano Díaz, y el delegado de la PAL, Gerardo Villar, recorrió las estancias saludando a los residentes y al personal que cuida de los mayores. Un encuentro de amistad, entre compañeros, que a las 12h. se extendió a más jesuitas, más de un centenar, ya en la Capilla del Cristo, recientemente reformada. Se presentó como el jesuita admirado y agradecido por conocer Villagarcía. “Todo un mito”, decía, por todas las noticias del noviciado y de sus prácticas conocidas a través de los jesuitas españoles que llegaban a Venezuela, su país natal. Comentaba que cuando él entró en la Compañía de Jesús, los jesuitas solo llevaban 50 años en Venezuela y un 40 por ciento de sus compañeros eran españoles. Con todo, lograron una transición buena gracias a su inculturización desde la que transmitieron su pasión por Jesús.
El núcleo de la charla de Arturo Sosa partió de la Congregación General 36, del encuentro donde fue elegido para sustituir a Adolfo Nicolás en 2016 y cuyos decretos marcan el futuro de la vocación jesuita hacia la “reconciliación”. “Con toda esa complejidad de un mundo herido, en movimiento y desigual, solo existe sanación si existe justicia, misericordia y perdón”. Para Sosa, el sentido de reconciliación lleva presente en el núcleo de la Compañía desde congregaciones anteriores aunque expresada desde otras dimensiones como fe y justicia, diálogo entre culturas y religiones. El desafío actual es que ese futuro se construye en colaboración con otros. “La CG36 atendió más el modo de lo que hacemos que el qué hacemos”, explicó, y entre los maneras de hacer las cosas, señaló el primero: el discernimiento, un primer modo que va unido a la planificación apostólica “para llegar a hacer las cosas mejor, más y mejor” y el trabajo con otros. “La misión de la Compañía de Jesús no es de la Compañía, es de la Iglesia, porque desde que nacimos, nacimos para servir a la Iglesia”. Invitó a los jesuitas a que cambien «la cabeza» y piensen más en que “nosotros colaboramos” más que “ellos colaboran”. Y añadió: «compartir misión incluso con quien no compartimos la fe pero sí compartimos la misión”.
También Arturo Sosa repasó los tres mandatos de la CG36 a los jesuitas: la revisión en profundidad de las preferencias apostólicas con la mayor participación de los jesuitas. Un trabajo que durará 10 años, tiempo que se dedicará a la planificación del cómo se llevarán a cabo. El segundo mandato es revisar el estatuto de pobreza y las normas de administración de los bienes temporales. “Nos pone en una situación espiritual importante porque nos pone delante de uno de los temas más espinosos como es la pobreza”. Recordó cómo los primeros jesuitas vivieron la pobreza de la que nació la Compañía de Jesús y el voto que pronuncian los jesuitas. “La imagen que damos no es que vivimos pobremente. Objetivamente, en la mayor parte de los casos, como cuerpo, nuestra imagen está demasiado lejos de vivir la pobreza”, reconoció. Para Sosa lo importante en el futuro es reconocer la manera de ser más cercanos al Jesús que se encarnó en la humanidad “pobre entre los pobres”. Por último, el tercer mandato, es la promoción de la cultura de la salvaguarda de niños y personas vulnerables. Un mandato ambicioso porque la contribución sería la de la transformación social desde la justicia y la reconciliación. “Un trabajo complejo que no durará 10 años sino generaciones”.
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