Ya hemos hablado muchas veces de cómo la articulación progresiva de nuestro cuerpo apostólico internacional está abriendo nuevas oportunidades a todos los sectores apostólicos. Hoy quisiera centrarme en una de las ventajas especialmente en el ámbito educativo. Y es que nuestra presencia en tanta diversidad de lugares y culturas nos da el marco perfecto para lanzar propuestas educativas que preparan a nuestros estudiantes para ser hombres y mujeres para los demás en este nuevo contexto global.
Esto es lo que llamamos educar a las personas para la ciudadanía global, siendo capaces de actuar y pensar en el ámbito local y global sin dicotomías, respetando las particularidades y culturas locales, pero a la vez haciendo un claro compromiso con el bien común, reconociendo a los demás como iguales en dignidad y derecho, identificándose con algo más grande que uno mismo y reconociendo la diversidad como una dimensión constitutiva de una vida humana plena. Hoy en día no existe una institución educativa de la Compañía que no tenga este enfoque en su propuesta educativa, y que no esté siendo enriquecida por nuestros continuos esfuerzos en la creación de redes internacionales dentro del sector educativo.
Los foros de trabajo internacionales, las oportunidades de trabajo conjunto en plataformas digitales, los intercambios de alumnos y de profesores, las campañas de sensibilización globales o las formaciones por regiones y/o temáticas, son solo algunos de los ejemplos de este precioso vínculo que existe entre nuestra capacidad de trabajo en red y el progresivo enriquecimiento de nuestras propuestas de ciudadanía global. En este momento las universidades, las escuelas secundarias, las ONG y las obras sociales están trabajando tanto en equipos de trabajo sectoriales como en iniciativas conjuntas en torno al tema de la ciudadanía global.
Necesitamos capacitar a los estudiantes en el reconocimiento de diversas culturas, la capacidad de vivir en un contexto multicultural, respetando la diversidad, y apostando por la construcción conjunta de sociedades justas, pacíficas y sostenibles. Y para ello, en los últimos años, estamos aprendiendo que la mejor manera de hacerlo es explotando al máximo las posibilidades que nos brinda el ser nosotros mismos un cuerpo apostólico internacional y multicultural, con una misión universal.