La Red de Jesuitas con Migrantes se reunió en la Asamblea Continental 2022, en Bogotá, Colombia. Hombres y mujeres que acompañan el fenómeno migratorio, reflexionan sobre la misión y cómo acompañar mejor a las personas en movilidad.
Una Asamblea Continental con presencia desde la diversidad de territorios, fronteras y sectores que componen la RJM, obras especialistas en migración y refugio, albergues, parroquias, universidades, centros de derechos humanos, medios de comunicación, etc., junto a invitados de aliadas claves como ALBOAN, Entreculturas, Magis Américas y Canadian Jesuit International, también estuvieron presentes representantes de otras redes de la CPAL como FLACSI, la Red de Juventud y Vocaciones o Fe y Alegría.
Ha sido clave contar con la presencia de representantes de equipos de gobiernos de tres de las provincias de la CPAL y desde luego de muy queridas presencias de los dos equipos de las dos Conferencias de Provinciales en América. Al final de la Asamblea pudieron sumarse presencias muy cercanas del JRS Internacional y del GIAN de Migraciones.
En América convergen diversas realidades, hay países desde los que huye la gente y hay otros que enfrentan dificultades para recibirlas. La Red se plantea mecanismos para optimizar recursos y ampliar la capacidad de actuación en todas las fronteras.
Se van por hambre, por miedo, por escasez de agua, por bosques arrasados, se van porque trabajan y, al final del mes, el salario no les alcanza. Son personas, con rostro, con historias, con pasado y casi siempre, sin futuro. Les llaman migrantes, caminantes, desplazados, refugiados, pero son, ante todo, ciudadanos en situación de vulnerabilidad, pero con derechos. La ciudadanía no se pierde.
Hasta el año 2020, según cifras de Naciones Unidas, casi 272 millones de personas viven en un lugar distinto al que nacieron. La gente tiene derecho a mover su casa, sobre todo cuando se vive en condición de precariedad.
¿Quiénes migran?
Los migrantes no son exclusivos de un país, pero se identifican flujos mayoritarios que recorren miles de kilómetros con la esperanza de encontrar un lugar de acogida en el que se les permita vivir dignamente.
Venezuela es el caso de mayor impacto en los últimos años, las personas salen por tierra hacia la ruta andina a través de Colombia y llegan hasta Argentina. También caminan por Centroamérica, a través de la frontera entre Colombia y Panamá, para tratar de llegar hasta Estados Unidos.
Pero los venezolanos también salen con rumbo a Brasil y Guyana, a través de los ríos y caminos del macizo guayanés. Se embarcan hacia el mar camino a Trinidad y Tobago y otras islas del Caribe. Las razones son múltiples, pero destaca la precariedad económica y la persecución política.
En el proceso de identificar flujos de migrantes, destacan los ciudadanos de Haití, que intentan llegar a Estados Unidos a través del corredor de la Selva del Darién. La pobreza y la violencia también los expulsa de su país.
Por esta ruta de Panamá se aventuran cubanos, colombianos y ciudadanos de varios países de África.
Centro migrante
Desde hace muchos años, la violencia pandillera amenaza la vida de las familias centroamericanas, la falta de oportunidades los obliga a irse a hasta México o Estados Unidos.
En los últimos años, las naciones del centro cumplen un doble rol, migran y reciben migrantes. Las organizaciones de la sociedad civil y de la Iglesia enfrentan un reto complejo. Ser y acompañar para aliviar la pena de los que lo han dejado todo y se enfrentan a la xenofobia y la intolerancia política producto de la aporofobia: miedo a los pobres, sobre todo a los migrantes pobres.
La hospitalidad y el amor al prójimo
La clave del acompañamiento a los migrantes es el no perder de vista que se trata de personas. Practicar la hospitalidad desde lo que se tiene, ofreciendo comida, ropa y esperanza. Como en el mismísimo evangelio.
Los migrantes, refugiados, desplazados, expulsados seguirán sus caminos por las razones que sea, la Red de Jesuitas con Migrantes se prepara para acompañar y tender puentes con los Estados y otras organizaciones para exigir el cumplimiento de pactos internacionales que garanticen la dignidad humana.
La Asamblea Continental revive la pasión y el compromiso de servir, de ejercitar el magis, hasta que sea necesario.
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