Del 5 al 8 de diciembre, más de 100 personas de 70 países se reunieron en la Curia General de los jesuitas en Roma para una Conferencia llamada «Planificación Apostólica para la Renovación y la transformación».
La Planificación Apostólica en algunas partes del mundo ha convertido demasiado en un modelo de negocio y ha perdido el vínculo con las raíces religiosas de las diócesis y congregaciones, incluida la Compañía de Jesús. ¿Cómo planificamos de manera que incluyamos al Espíritu Santo? ¿Tiene sentido la «planificación» en un contexto en el que confiamos plenamente en el Espíritu Santo? ¿Hasta dónde puede llevarnos la razón humana? Y, en un mundo que cambia tan rápidamente, ¿por qué planificar cuando los planes tienen que cambiar con tanta frecuencia? Éstas fueron las preguntas fundamentales que condujeron a la organización de la conferencia.
La conferencia comenzó con una aportación de Patrick Goujon, que trabaja en Oxford en Campion Hall. Su charla versó sobre San Ignacio y la planificación. Subrayó que la planificación puede ser un acto de amor, una participación en la mirada amorosa de la Trinidad sobre nuestro mundo. Esto puede suceder si hay oración y discernimiento. La clave es el cuidado de las personas, considerándolas no como «recursos humanos», sino como personas que participan en el deseo salvífico de Dios para nuestro mundo, como personas agraciadas por Dios, enviadas por Dios, bendecidas por Dios, llamadas por Dios. Tenemos que respetar estos elementos en todo lo que hagamos, considerando vital el «quién» antes de hablar de las acciones o del «qué hacer».
A continuación, la Dra. Christina Kheng hizo una aportación sobre las actitudes esenciales para la planificación ignaciana o eclesial. Enumeró actitudes como la indiferencia y la libertad interior, la magnanimidad, la escucha y poner a Dios en primer lugar. El P. Sosa, superior general de los jesuitas, presentó un nuevo libro de la Dra. Kheng el segundo día de la conferencia. Titulado «Acoger el Espíritu: Planificar en una nueva era», ofrece una guía paso a paso sobre cómo rescatar la planificación de un modelo empresarial y poner al Espíritu Santo en el centro del escenario.
Otras sesiones plenarias incluyeron a la Hermana Nathalie Becquart XMCJ sobre las implicaciones de la sinodalidad para un proceso de planificación, subrayando que, de hecho, un buen proceso de planificación es sinodal, ya que implica no sólo a un pequeño grupo central privilegiado de expertos, sino a una participación lo más amplia posible.
Mauricio López, que trabaja en el programa universitario de la Amazonia (PUAM), habló a través de un zoom sobre cómo la planificación, si está guiada por el Espíritu y se hace de forma orante, puede conducir al cambio social. Mostró cómo, en la Amazonia, está generando impacto y ayudando a construir una sociedad basada en las Bienaventuranzas.
Otro punto álgido fue la aportación del Padre Sosa titulada «Caminos de esperanza y renovación, orientaciones clave para la planificación provincial». El P. Sosa se refirió a las Preferencias Apostólicas Universales (PAU) de la Compañía de Jesús. Promulgadas en 2019 como misiones del Santo Padre, dan horizontes que han sido acogidos en todo el mundo. Ahora entran en una segunda fase de acción más concreta. El P. Sosa identificó cinco llamadas a la conversión provenientes de las PAU: una llamada a dejar de trabajar en silos sectoriales y a trabajar a través de las fronteras apostólicas; una llamada al movimiento, al cambio y a la urgencia; una llamada a poner al Espíritu en primer lugar, confiando en que Él está trabajando y respirando sobre toda la tierra y que necesitamos creerlo a niveles cada vez más profundos; una llamada a renovar el aspecto comunitario de la vida jesuita que a veces ha sido descuidado debido al exceso de trabajo e incluso al activismo; finalmente una llamada a la planificación en sí misma, a creer que tenemos que tomar decisiones y mirar hacia el futuro, reconociendo la fragilidad de la empresa de planificar pero también viendo su necesidad. En efecto, sin discernir y tomar decisiones difíciles nos condenamos a intentar que todo siga su curso, con la mirada cada vez más fija en lugares concretos, sin energía para levantar los ojos al cielo y ser contemplativos en la acción. Sólo si el Espíritu nos guía, sólo cuando conectemos con Jesús habrá un verdadero proyecto; sólo entonces seremos, cada día más, la Compañía de Jesús.
El tercer día continuó el tema de la escucha del Espíritu con una aportación de la hermana Jolanta Kafka. El Papa Francisco ha dicho en repetidas ocasiones que como cristianos o líderes de la Iglesia siempre habrá un elemento de sentirse «fuera de equilibrio». Utilizó el término «squillibarato». No es un lugar cómodo para estar, ya que preferimos tener todo en orden. La Hna. Jolanta animó a los participantes a reconocer la vulnerabilidad de estar «desequilibrados», considerándolo como un momento en el que el Espíritu nos está cambiando y guiando en nuevas direcciones. La llamada es a abandonar la necesidad humana de controlarlo todo y la ilusión de que estamos al mando.
John Dardis insistió en que la reestructuración congregacional o diocesana y la renovación son dos caras de la misma moneda. Cuando reestructuramos, miramos más allá de una Provincia o diócesis, miramos más allá de las fronteras creadas por el hombre, a las que a menudo estamos demasiado apegados. Miramos más allá de esos muros construidos por el hombre para ver nuevas formas de hacer las cosas, aceptamos la invitación a «pasar a la otra orilla» (Marcos 4:35), a ir a las «otras ciudades» (Marcos 1:38) para poder ejercer allí también nuestro ministerio y encontrar nuevas energías. Todo esto forma parte de la reestructuración. La reestructuración, para que no se convierta en algo burocrático, tiene que tener la visión de ser más abierta, más universal, más dispuesta a servir de formas nuevas y creativas. Lleva tiempo; puede ser amenazador; puede ser un reto, pero es necesario para que nos convirtamos en una Iglesia que sale y en una Compañía de Jesús con un renovado sentido de universalidad. Habló del reto de incidir en cuestiones candentes como la guerra y la paz, la amenaza a la democracia, la búsqueda de sentido en un mundo de cinismo. Si queremos incidir en estos temas, necesitamos trabajar juntos más allá de las fronteras, estableciendo núcleos globales formados por universidades, centros sociales, parroquias e individuos. Este es un proyecto que debe llevarse adelante en los próximos años integrando la energía desde abajo con una misión clara por parte de los líderes congregacionales o diocesanos. El Evangelio de hoy, argumentó, nos exige que dejemos de trabajar de forma fragmentada o incluso polarizada y nos unamos para que las muchas personas que sufren en el mundo puedan recibir el consuelo de Jesús.
Profundizando en la cuestión del impacto, examinamos el tema de las redes. La Compañía de Jesús tiene redes internacionales que vinculan apostolados. Incluyen una red para instituciones de educación superior, para educación primaria y secundaria, para centros sociales y otras. El éxito ha sido variado. A veces chocan con la estructura de provincias y regiones. Existe una tensión, a veces poco creativa, entre la planificación en provincias y el trabajo de las redes internacionales. Estas últimas pueden carecer de recursos tanto humanos como financieros. Dani Villanueva, director de la pionera red de educación Fe y Alegría, planteó cómo abordar esta cuestión.
Las finanzas son un tema importante a la hora de hacer planes. Ignacio de Loyola gastó mucha energía espiritual discerniendo sobre el voto de pobreza y cómo mantener la dependencia del Espíritu. Notó en sí mismo que cuando tenía dinero o recursos se sentía menos dependiente de Dios. Sin embargo, siendo realista, era consciente de la necesidad de dinero para llevar adelante los apostolados. Una aportación de Christine Bodewes, de la Fundación Porticus, abordó la cuestión de cómo poner en marcha un Plan. Habló de una nueva cultura de recaudación de fondos en la que los financiadores tienen ahora programas en lugar de proyectos. Esto significa que tienen sus propios deseos, esperanzas y sueños. Si antes los donantes podían financiar un proyecto de una diócesis o congregación religiosa, ahora tienen sus propios programas. Esto significa que entramos en un diálogo, una conversación, un discernimiento. Esta nueva cultura es una oportunidad para una verdadera asociación, pero también significa que las diócesis y congregaciones tienen que aclarar el impacto que desean tener. De lo contrario, se corre el riesgo de que sea el financiador quien marque la agenda en lugar de la diócesis o la congregación religiosa. En un importante apéndice, el Dr. Bodewes mencionó cómo el 80% de los fondos procede de donantes individuales; no hay que subestimar la generosidad de las personas y su voluntad de apoyar la misión de la Iglesia.
Por las tardes, los participantes pudieron elegir entre diversos talleres, como «Planificación en las fronteras de la agitación y la guerra», impartido por un grupo del JRS; «Planificación en una época de secularismo»; «Cómo hacer frente a las resistencias» y otros temas. El material se publicará en línea en www.discernmentandplanning.org.
En general, las principales conclusiones de la conferencia fueron que necesitamos una nueva forma de planificar en esta nueva época y que, utilizando las herramientas del discernimiento, es posible. Podemos vernos a nosotros mismos como colaboradores del Espíritu, llamados a ser humildes pero eficaces y centrados, avanzando con la energía y la urgencia del propio Jesús. La Iglesia tiene algo único que dar al mundo: un mensaje de reconciliación con Dios, con los demás y con la Creación. Este mensaje es tan necesario hoy en día. Los planificadores se fueron con un sentido de vocación, un recordatorio de estar agradecidos cada día por la oportunidad que tienen de renovar la Compañía de Jesús y la Iglesia.
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